Donde las cosas funcionan. 03. La llegada.

Cuando llegamos al mostrador de “Ground Transportation” del aeropuerto, ya nos informaron de que la llegada a nuestro hotel estaba bloqueada.

Sin embargo, sin llegar a entender perfectamente lo que el hombre nos explicaba y, considerando que ese transporte estaba pagado desde España, nos dio nuestro “voucher” y nos indicó a donde debíamos dirigirnos para que nos llevaran.

Y aunque, en previsión del caos que habría (y no hubo) en el aeropuerto, habíamos contratado el transporte para dos horas más tarde, no tuvimos ningún problema y apenas tuvimos que esperar.

Llegamos al mostrador y menos de diez minutos estábamos montados en nuestro minibús (shuttle) para llevarnos al hotel.

Nosotros éramos los últimos en montarnos, así que yo pasé delante, al asiento de al lado del conductor. Este hizo un pequeño recuento de los pasajeros y de los destinos, y nos fuimos.

En total, creo que éramos nueve personas en las tres filas traseras y yo delante con el conductor. Y teníamos unas 5 paradas que hacer. No nos enteramos de cual era el orden de las paradas, aunque el conductor comentó de nuevo algo sobre los problemas para llegar a algunos hoteles.

Como recién llegado con bastante poco oído, no quería dar pie a que el conductor se me pusiera de charla. Así que durante ese viaje no hice ninguna foto y estuve calladito disfrutando de la llegada.

Tardamos cerca de una hora en llegar a New York y empezar a soltar gente (lo que nos llevaría otra hora). El conductor no se puede decir que condujese mal ni que fuera muy rápido, pero una vez que llegó a la ciudad sí que estaba un poco impaciente con el resto: algún adelantamiento por el carril con nieve sin limpiar, algún semáforo ajustado, un “¿Vas a irte ya? ¡Esta zona está reservada sólo para el parking del hotel!” y siempre, en cada semáforo, un continuo escribir mensajes en uno de sus dos móviles.

Pero la verdad es que con nosotros era amable y el viaje no se me hizo pesado. Bien es cierto que estuve entretenido fijándome y recordando como son las cosas allí. Viendo New York desde lo lejos y al fin, al llegar a la ciudad, viendo todavía los restos de la famosa nevada de unos días antes: algunas calles completamente cortadas porque todavía no se habían limpiado, casi todas con al menos un carril no disponible, en todas mucha nieve y barro helado de pasar los coches, y muchos coches aparcados enterrados en un montaña blanca.

Creo que en una de las últimas paradas antes de la nuestra, estuvimos por el barrio de Harlem. Allí, en una esquina donde sólo se veía gente de color, se bajo una chica 100% caucásica que no iba a ningún hotel. Me resultó un poco raro, pero me imagino que no sería más que una estudiante que vivía por allí.

Después de eso, cuando sólo quedábamos cuatro o cinco pasajeros, el conductor, antes de arrancar, se volvió a todos y nos dijo algo así como: “Ok, ya sólo quedan los hoteles del centro. Times Square ya está cortado y no creo que pueda llagar hasta allí. ¡Pero vamos a intentarlo!”. Su tono de voz lo dejó claro, aquel joven de color que debía estar deseando acabar el turno e irse a su casa a pasar el fin de año, mostró la buena disposición americana a hacer bien su trabajo. Si no se puede no se puede, pero al menos hay que intentarlo. (Sí, ya sé que era su trabajo y que es lo que habíamos pagado y que es lo que se esperaba pero, seamos sinceros, había muchas formas menos profesionales de enfocar ese problema.)

Minutos después de eso, nos toco bajarnos a nosotros, “mela jotel” (se escuchó). Y ahí ya sí nos explicó más claro: “Esto es Broadway, a partir de aquí está todo cortado. Esto es lo más cerca que puedo dejaros. Vuestro hotel está sólo a dos manzanas cruzando en esa dirección.

Nos bajamos, nos dejó las maletas, le dimos las gracias sin propina (porque nadie más se la había dado) y nos pusimos a andar.

Había gente, todavía no mucha, pero había gente. Y, sobre todo, lo que había era mucho ajetreo y movimiento de gente intentando pasar las barreras de policías. Como es natural, en esos momentos no nos queríamos entretener mucho haciendo turismo, íbamos a lo que íbamos, al hotel. Pero no nos quedó más remedio, en nuestro camino había una de las muchas barreras de policía que se veían por allí, así que nos acercamos a donde estaba el tumulto de gente queriendo pasar y preguntamos cómo llegar al hotel.

Fantástico, tuvimos que enseñar nuestra reserva pero el policía que controlaba la barrera nos explicó que podíamos pasar y nos señaló a otros policías que estaban cacheando gente para indicarnos que, cuando terminaran con ellos, nos tocaba a nosotros. Esperamos un par de minutos mientras el policía seguía atendiendo a otras personas que también querían pasar y que, a diferencia de nosotros, no podrían…

Cuando acabaron los del cacheo, como el policía seguía avasallado por la masa que intentaba pasar, le hice una seña, me miró, miró a sus compañeros, que ya estaban libres y, efectivamente, nos dejó pasar con todos nuestros bártulos por un hueco minúsculo para que el resto de gente no se colara.

Una vez dentro de ese minirecinto de vallas, otro policía, nos preguntó de nuevo adonde íbamos y volvió a mirar la reserva del hotel. Otro se disculpó y nos dijo que teníamos que abrir las maletas. Nada más abrir la maleta allí, en medio de la calle, en el suelo, y ver la de ropa que salía por todas partes, me permitió cerrarla sin mirar nada más; pero cuando me disponía a seguir (pensando que ya habíamos acabado), me paró para decirme que lo sentía pero que también tenía que abrir la mochila.

Todo muy al estilo de allí: si las reglas dicen que hay que revisar todas las bolsas, el policía las revisa todas. Lo hará con más o menos detalle, pero abrirlas las abre todas.

Eso sólo fue el principio, el camino a nuestro hotel consistía en andar dos manzanas y pasar tres cruces de calle y en cada cruce había dos controles de vallas, dejando libre lo que es el cuadrado del cruce. Supongo que eso ya lo sabía el policía que nos atendió en la segunda valla y que por eso, tras mirar de nuevo nuestra reserva, nos dijo: -follow me- y nos llevó hasta casi la puerta del hotel, abriéndonos los controles como si fuéramos VIP que llegan a Time Square. Él, a los policías, les iba diciendo “van al hotel Mela”, pero eso no lo sabían el resto de personas normales que nos miraban desde Times Square, esperando detrás de las vallas.

Por desgracia, cuando nos dejó en el hotel Mela, que realmente está a 30 metros de Times Square, le preguntamos con picaresca española y cara de pena, si luego podíamos volver por ese camino a la plaza (para el fin de año, claro) y nos respondió con una buena sonrisa americana “No, tenéis que ir hasta atrás, hasta la 52 para poder pasar.” (-Como el resto de mortales- le faltó añadir…)

Miramos de nuevo hacia la plaza, vimos de nuevo a todos los policías y a la gente esperando tras las vallas, y se acabaron nuestros 15 minutos de sentirnos famosos. Habíamos llegado al hotel.

PD1: Siento no haber puesto ninguna foto mía pero nuestra cámara chica no funcionaba cuando llegamos y la grande estaba en una de las bolsas. Sólo puedo decir que los controles y la cantidad de policías eran realmente impresionantes.

Dejo algunas fotos ilustrativas de la revista Life. Los pasillos vacíos que se ven entre la gente, es por donde pasamos nosotros.

PD 2: El shuttle que nos llevo al hotel tenía en el salpicadero delantero dos tomas de corriente (de las de encendedor) y una de ellas con interruptor.

Primero pensé que era para poder cargar dos móviles, pero luego vi que la toma con el interruptor tenía un simbolito de una taza. Y es que, en una toma se pone el móvil (o lo que sea) y en la otra se enchufa un vaso de café especial. Ya saben, allí están todo el día con los vasos de café en el coche y aunque sean vasos termo, con lo prácticos que son, alguien ya ha decidido que ¿por qué no tener una toma de corriente para calentarlos?

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Donde las cosas funcionan. 02. La ida.

Este año hemos viajado el mismo día 31 de diciembre y lo hemos hecho vía Lisboa con la compañía TAP (Transportes Aéreos Portugueses), que sería el equivalente a Iberia en España.

Respecto a otros viajes, creo que este ha tenido muchas positivas.

– La conexión Sevilla – Lisboa – Newark me parece mucho mejor que la de Madrid o Málaga.
El aeropuerto de Lisboa está muy bien organizado y las combinaciones, al menos en nuestro caso, hicieron que no tuviéramos que esperar nada entre los dos vuelos. Más bien casi correr para cambiarnos de avión.

Además los dos vuelos eran de TAP, con lo que la facturación del equipaje en destino siempre era algo más fiable.

– La compañía TAP ha resultado ser muy agradable.
Creo que los aviones no están tan nuevos como los de Iberia pero desde luego son mejores que los de AirEuropa y similares.

El trato de la tripulación ha sido muy agradable y la comida sorprendentemente buena. Baste decir que el vuelo Sevilla-Lisboa nos dieron un desayuno y en el de Lisboa-Newark nos dieron una comida y una pequeña merienda. Y, por si fuera poco, en la comida, lo que yo tomé fue un bacalao exquisito acompañado con vino y con agua (las dos cosas). Además, al montarte, te entregan un papelito tipo boda con lo que hay para elegir en el menú.

Otro punto positivo es que el inglés portugués o el propio portugués, se entienden mejor que el inglés puro, algo interesante para los que vamos justitos de idioma.

Y también hay que destacar que, generalmente, los controladores aéreos portugueses no suelen hacer las estupideces que hacen los controladores aéreos españoles.

Pero, en cualquier caso, hacer viaje vía Lisboa me gusta más por la sencilla razón de que me gusta más Lisboa que Madrid (aunque uno no salga del aeropuerto).

– Viajar en día 31 no ha resultado ser un caos como temíamos, sino toda una ventaja.
Tanto el aeropuerto de Lisboa como el de Newark estaban muy vacíos. Especialmente el de Newark que cuando llegamos nosotros a las 15:00 (hora de USA) sólo tenía pasajeros de otro vuelo.

Eso nos permitió no esperar colas de ningún tipo: ni para recoger las maletas, ni para pasar los controles, ni para buscar nuestro transporte al hotel, ni para sacar dinero.

Yo tenía un recuerdo de Newark donde llegar al control policial de entrada era cuestión de horas. Nosotros no tardamos ni 15 minutos. Bajar por las escaleras mecánicas vacías nos provocó un extraño sentimiento de “debemos ser los últimos y todos están ya esperando el año nuevo”.

Cuando fuimos a buscar nuestro transporte al hotel ya nos avisaron que no podrían dejarnos en la puerta, que el acceso a nuestro hotel ya estaba cortado por la celebración de Fin de Año en Times Square. Pero eso, lo dejamos para el siguiente capítulo.

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Donde las cosas funcionan. 01.

Bandera americana

Este año he vuelto a viajar a los Estados Unidos de América (U.S.A).

Y el país, como era de esperar, no nos ha defraudado; sino todo lo contrario, nos ha vuelto a conquistar.

Hemos vuelto a ver asombrados como es un país donde las cosas funcionan.
No importa si llueve o nieva, uno puede confiar en que las cosas van a funcionar y que la gente va a hacer su trabajo.

Y es que, si hay algo que enamora sin remedio de ese país es el sentido de responsabilidad de la gente por hacer bien su trabajo.
Cómo las construcciones, públicas o privadas, no están hechas para salir del paso, sino hechas para durar.
Cómo la gente cuida las cosas y las ciudades están limpias.
Cómo cuando un político no está a la altura da la cara, lo reconoce y dice que va a hacerlo mejor.
– “We didn’t do the job you expected,”
– “I’d like the city to come out and do what they’re supposed to do, stop putting the blame on other people and just get out here and do it,”

No recuerdo nunca a ningún político español reconociendo haber hecho algo algo mal. Aquí siempre lo han hecho lo mejor y lo habitual es que además busquen siempre un ejemplo de alguien que lo ha hecho todavía peor para quedar ellos bien.

Y detrás de que las cosas funcionen, lo siguiente que uno le cautiva es el saber vivir bien.
Cómo la vida allí se plantea para que sea cómoda y agradable.

Pequeños detalles que uno no entiende porqué no están extendidos aquí.
¿Por qué allí los coches son automáticos desde hace años y aquí todavía es algo de clase alta?
¿Por qué allí las casas se hacen en medio de los bosques y no talan el bosque para hacer las casas?
¿Por qué tienen tanta comida semipreparada de una calidad y con control mayores que los nuestros?

En muchos casos la respuesta está asociada a que la densidad de población es mucho menor que la de otros países europeos pero, en muchos otros casos, la respuesta no se debe ni más ni menos a que la gente tiene un sentido práctico de la vida y a que exige que las cosas se hagan bien.

El país no es perfecto, ninguno lo es. Tiene defectos por todos conocidos (y normalmente exagerados) pero, en los United States of America, detrás de los tópicos y del simple turismo, existe mucho más por descubrir.

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