Tengo yo una amiga a la que conozco poco, pero a la que entiendo. Tengo yo una amiga de la que no sé mucho, pero con la que hay confianza.
Tengo yo una amiga que no llama mucho la atención, pero que nunca pasa desapercibida.
Tengo yo una amiga que es buena y lo parece, pero también muy “mala”1 y no lo parece. Calmada, hasta que toca divertirse. Que nunca rompió un plato, rompió muchos; pero responsable.
Tengo yo una amiga que dice que es torpe o incluso poco lista, pero que eso no es infravalorarse, sino conocer sus límites. Yo discrepo, no es torpe ni poco lista, solo ha adoptado una postura inteligente.
Tengo yo una amiga que no espectacular o explosiva, pero que es guapa y atrae: tiene encanto; y he visto a varios hombres hacer cola en una puerta, para despedirla al dejar una fiesta. He visto como nunca le han faltado acompañantes; ni como nunca le ha faltado conversación, ni conversadores.
Tengo yo una amiga que tendrá días malos, pero que siempre sonríe.
Sé que saber escuchar es uno de sus secretos, pero que la escuchen y repliquen también le encanta.
Tengo yo una amiga a la que nadie llama por su nombre y que me cuenta como a veces uno siente, al hablar con alguien, que no está a la altura. Ahora yo le digo: que conmigo siempre ha estado a la altura de todo lo que hemos hablado. Y que no se preocupe si alguna vez se ha sentido incómoda, porque a mi también me ha pasado y, siendo todo tan inocente, no es más que algo curioso.
Yo tuve el lujo de ser obsequiado con parte de su tiempo, aún con dudas de cómo comportarse 😉
Que todo siga igual, ¿verdad?.
1 En el estricto y absoluto sentido positivo, que lo hay.
Nota: es curioso como a veces es más fácil decir las cosas de forma pública, cuando en realidad son para una sola persona, que decirlas en privado. Y a veces hasta gusta más, debe ser el morbo de los mensajes abiertos.
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