Un receta que se me ocurrió un día y que no salió muy mala.
La dejo en imágenes, más sencillo… no se puede 😉
Para dos personas… bien servidas. Se puede acompañar con una guarnición de patatas fritas en taquitos.
Además: un poco de aceite, un poco de miel y un poco de agua.
Para evitar que luego se peguen, se doran las carrilladas en una sartén a fuego fuerte por ambas caras.
Con un poco de aceite en el fondo, se recolocan todas las carrilladas en la olla. Si son muchas se pueden poner de canto.
Cuando el aceite esté calentito y se haya visto que las carrilladas no se pegan, se les da un buen riego con vino. Cerca de media botella, hasta que quedan cubiertas por la mitad.
Sin mover de abajo las carrilladas, se les echan encima las setas. Que queden sobresaliendo de la olla si hace falta. Y se les echa por encima otro buen chorreón de vino.
Como al principio no caben, no hay que forzarlas, se les pone la tapa encima sin que cierre del todo.
En un rato las setas habrán encogido, estarán mas pochas y se podrá cerrar la tapa. No hay que moverlas ni hacer nada. Las setas se van haciendo solas con el vapor de la olla.
Si el guiso comenzara a quedarse seco y todavía no estuviera tierno, se puede echar un poco de agua para alargar la cocción (o más vino…).
Al que le guste, cuando la cosa ya tenga color, se le puede añadir un chorreón de miel para darle un poco más de sabor.
Cuando las carrilladas se puedan partir fácilmente, apretando la paleta de madera contra ellas, la carne ya estará tierna y el guiso ya estará listo.
Y eso es todo.
En ningún momento habrá que remover el guiso, pero será buena idea darle algún meneo de vez en cuando y girar un poco la olla para comprobar que no se está pegando.
Una vez que empieza a hervir, el fuego no tiene que estar al máximo, con que esté burbujeando vale.
Y, lo suyo es que la salsa quede espesita pero, si la carne ya está tierna y todavía queda mucho líquido… pues habrá que recurrir a la maizena.
Saludos.
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