La historia del castillo

Mis padres se mudaron hace tiempo a un pueblo, cerca de una mansión preciosa. Yo crecí al lado de esa casa, conociendo a todos los vecinos que pasaron por allí, y viviendo algún tiempo en ella, cuando mis padres me dejaban a su cargo. La conocía perfectamente, todas sus habitaciones, todas sus puertas, todas sus grietas, todos sus desconchones y su precioso jardín; me encantaba.

Cuando crecí un poco, hubo una vez que tuve ocasión de comprarla, pero entonces no era una buena época para mi y la dejé pasar. Y la verdad es que luego, según iba creciendo, cada vez quería más a esa casa. Mi situación mejoró, pero entonces la ocasión de comprarla no llegaba. Cuando por fin me independicé del hogar familiar me fuí a un sitio cercano y, de vez en cuando, de vuelta a mi casa, o a la salida, pasaba por delante de la mansión y la admiraba. Ya no podía hacer visitas, pero con verla bastaba. ¡Ya lo creo que era suficiente!, tanto creció mi deseo que tuve que volver a mudarme más lejos para no despreciar mi propia casa a base de compararla.

Por circunstancias de la vida hace tiempo volví a mi antiguo barrio y otra vez tuve cerca la preciosa mansión y otra vez empecé a conocer a mis nuevos vecinos. Yo nunca la había olvidado y no tardé mucho en recordar cuanto me gustaba. Sus nuevos moradores resultaron ser buena gente y cada vez les hacía más visitas, todo con tal de pasearme por su jardín, aunque no cortara ni una flor, ni acariciara sus paredes. Con el tiempo estos vecinos me comentaron alguna vez lo costoso de mantener en pie aquel castillo y la posibilidad de mudarse y, por tanto, la posibilidad de que yo les adquierese la vivienda. Pero claro, no es tan fácil. Ahora ellos llevaban allí viviendo un montón de años y la casa estaba como nunca: regada, pintaba, con su césped, el barniz de su fachada… no era como los antiguos vecinos que solo estaban un tiempo y a veces no la cuidaban como yo quisiera; esta vez era distinto. Y claro, yo me preguntaba ¿podría yo cuidar semejante monumento igual de bien? ¿tendría yo tiempo para eso? ¿sería suficiente con mi simple deseo para conseguirlo? ¿no sería mejor intentar convencer a mis buenos vecinos de que simplemente se quedaran ellos para que yo pudiera seguir admirandola al pasar? Por supuesto ayudandoles de vez en cuando en las tareas más duras y con algún detalle ocasional.

Yo me hacía todas estas preguntas y era algo complicado. No era fácil decidir que hacer: tomar ahora aquello que siempre había deseado, y que ya alguna vez rechacé, y arriesgarme luego a perderlo; o no perderlo, pero seguir sin tenerlo. Es curioso como permanecen algunas cosas en el tiempo. Como esos monumentos de piedra siguen siempre ahí marcando la historia mientras nosotros apenas los arañamos. Como esas fachadas de madera no se hacen viejas, si no que envejen y se tuestan al sol ganando encanto, mientras a nosotros si nos salen canas y arrugas.

Yo al final tomé la decisión más razonable: mientras mis vecinos pudieran seguir llevando adelante aquella agradable carga yo les ayudaría y, si algún día de verdad no pudieran con semejante tarea, entonces, si aún siguiera en pie la casa, volvería a pensar en ello. Era lo mejor. Yo seguiría velando por ella y llenándome con su presencia y, pasara lo que pasara, yo habría tenido la suerte de ser el único que vio su historia entera y que, pese a no vivir nunca allí de forma estable, la conoció y la disfrutó mejor que nadie. Arriesgar semejante joya por un deseo personal no era correcto.

Por supuesto esta decisión sería criticada por muchos. Pero loco ¿qué haces? -me dirían- una mansión como esa, la que tu querías, por fin en tus manos, y la desprecias… No, no la desprecio solo miro por su bien -les respondía- que es el mío; pues la felicidad de tenerla no compensa la tristeza de perderla. Cobardía pensarán los temerarios, pero ellos no comprenden el valor y la dificultad de mi objetivo… ni el aliento, ni la gratitud de su cuidado.

(Versión 1. 2005-07-09)

Una historia sin mucho sentido, pero con mucho sentimiento.

Saludos a todos, espero que ahora que llega el verano pueda aparecer un poco más por aquí.

8 Replies to “La historia del castillo”

  1. Bueno, la verdad es que no entiendo muy bien la moraleja de la historia. Puedo entender que si quieres algo de corazón,prefieras que esté en óptimas condiciones aunque en manos de otro, pero siempre quedará la duda ¿no la puedo cuidar yo igual o mejor porque aprecio más su valor?

    Entiendo más lo de irse lejos para no comparar con lo que uno tiene, tener lo que anelas delante de los ojos y no poder tocarlo, es muy, muy duro, yo no sé si lo soportaría.

  2. Bueno, con moraleja o no, esto no deja de ser más que una historia.

    En la vida real seguro que las cosas no sserían tan sencillas. Uno no podría mudarse siempre que quisiera, habría que hablar de dinero, valorar los riesgos, etc.

    Así que por ahora creo que tu moraleja es bastante exacta. Y estoy seguro que todos podrían soportarlo.

  3. A veces me pasan cosas parecidas, valoro las cosas tanto que no las disfruto,nunca llego a tenerlas, una estupidez la verdad, seguramente lo mejor que tenia esa casa era la ilusión con que sus ojos la veian, el aprecio por haber crecido junto a ella y el deseo de poseerla que fueron tan grandes que crearon en el una inseguridad que le impidió disfrutar de ella plenamente. ¿Por qué no la iba a cuidar como merecia con el amor que le procesaba? ese pesimismo me resulta familiar, no arriesgarnos a vivir un minuto de felicidad por miedo a perderla despues es una estupidez. Deveriamos no tener tanto miedo a encontrar lo que buscamos.

    1. Bueno amiga, no puedo estar de acuerdo del todo contigo 😉

      En la vida hay que arriesgarse, por supuesto, pero hay que valorar los riesgos; y si ya tienes algo que está bien, quizá no merezca la posibilidad de ser perdido.

      Querer algo, por desgracia, no es, ni mucho menos, una garantía de saber cuidarlo, ni de poder darle todo lo que necesita.

      Y si por casualidad esa cosa es algo vivo… menos 🙁

  4. Querer no es garantía de nada, claro!!, pero cuando queremos “algo”, hacemos todo para que ese”algo” este lo mejor posible y no nos pesa precisamente porque lo queremos.
    Si ese algo esta vivo, se complica la cosa (o quizá es mucho mas sencillo) cuidarla estoy segura que sabras hacerlo o aprenderás a hacerlo porque la adoras, darle lo que necesita es aun mas facil porque si ella siente igual ninguna necesidad deberia será mas fuerte que la de tenerte a ti.

    1. Pienso de forma parecida pero *vuelvo a no estar de acuerdo contigo*.

      En la vida real no es como en la películas. Los sentimientos son solo eso y la necesidad de tener algo no es tampoco ninguna garantía de nada. Y mucho menos el dar por sentado que la otra cosa de la que se habla siente lo mismo que tu.

      En cualquier caso todo esto se separa de la idea del castilloy es mucho más fácil verlo que con su ejemplo: ¿que a mi me gustase un castillo daría alguna garantía de que pudiese obtener un buen trabajo y dinero para mantenerlo? ¿daría alguna garantía de que pudiese tener suficiente tiempo para dedicarle a los jardines?

      Evidentemente, por desgracia, no. Ayuda, y mucho si quieres, pero solo eso.

  5. ¿No has oido nunca eso de que querer es poder? por supuesto que no podemos tener todo lo que deseamos.. pero la idea es no resignarse a vivir contemplandolo.
    En el fondo creo que protagonista de la historia realmente amaba ese lugar y por eso tenia tanto miedo a no saber cuidarlo, si me hablas de medios económicos, no se..si no tiene el dinero no lo tiene.. pero el tiempo estoy segura que lo sacaría¿como no vas a sacar tiempo para cuidar algo que te gusta? se lo quitaría de horas de sueño, que se yo.. pero lo sacaría.

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