Hace años conocí una chica a la que yo llamaba Don Quijota. Luchaba constantemente contra todo.
Es cierto que el nombre no suena bonito, pero representa perfectamente la imagen de cómo yo la veía a ella. Quitando la fealdad del apodo, Don Quijota tenía todo lo que yo esperaba en aquel momento de una posible pareja: inteligente, había vivido en varios países, hablaba inglés perfectamente (y no como yo), era independiente y se desenvolvía completamente sola sin problemas, tenía una hija pequeña y sí, era de ascendencia latina y era atractiva. Que luego hubiese podido haber algo más o no, ya no dependía solo de esas cualidades, sino de cuestiones emocionales menos objetivas. Pero esas cualidades las tenía.
Una de las veces que quedamos yo le conté una anécdota que me había sucedido hacía varios años en un centro de salud del Polígono Sur de Sevilla. (La zona más conflictiva de la ciudad.)
En la anécdota yo le comentaba a Don Quijota como en ese centro de salud siempre había seguridad en la puerta (ya no recuerdo si privada o por policía nacional). Le contaba como ese día, en la sala de espera, estaban un padre y una madre con su hija pequeña. La niña tendría cuatro , cinco o seis años. La familia era de otra etnia (cada uno que piense lo quiera). Y el padre le estaba enseñándolo a la niña a decir “tú me comes la polla a mí”. Así tal cuál. -Venga hija repite “tú me comes la polla a mí…”.-
No era una agresión sexual del padre hacia la niña. El padre NO le estaba pidiendo eso a la niña. El padre le estaba enseñando esa frase a la niña como insulto hacia otras personas. Lo que le estaba enseñando el padre a la niña es a que le dijera ella eso a otras personas (a pesar de que, obviamente, la niña no tenia polla). Pero, por supuesto, no parece que ese hecho y menos a esa edad, sea una enseñanza adecuada para la niña.
Por desgracia, como hemos comentado muchas veces, no existe un examen para ser padres (aunque ahora creo que existe uno para tener mascotas, cosas de este país…).
Cuando le conté la anécdota a Don Quijota me preguntó si yo no hice nada en aquel momento. Yo le explique a Don Quijota que estaba allí con mi hijo de pocos meses y con mi mujer, en un centro de salud que tenía un guarda de seguridad armado (y que estaba allí por algo), y que, sinceramente, no creí que fuese fuese buena idea generar problemas en ese ambiente. Sin embargo Don Quijota me dijo que esa educación no era apropiada para esa niña y que a ella le hubiera gustado que alguien hiciera algo. Me decía que podía haber denunciado, que podía haber avisado al guarda, que podía haber avisado a alguien del centro…
Un par de días después de la cita en la que estuvimos comentando esta anécdota recibí un mensaje de Don Quijota, me decía sencillamente que no nos veríamos más. Que ella no veía posible tener una relación con alguien que un momento dado no hizo nada por aquella niña.
He estado años sin realmente entenderlo. Sinceramente, he seguido pensando muchas veces que en aquel momento no hubiera sido una buena idea decirle algo a aquellos padres y poner en riesgo la seguridad de mi hijo enfrentándome al tipo de personas que eran ellos (por su cultura, por su etnia, por su comportamiento).
Pero desde hace unos meses, debido a las incompatibilidades con yo mismo he encontrado en otras personas, entiendo perfectamente lo que Don Quijota sintió en aquel momento y me acuerdo de aquel momento con frecuencia. Estoy seguro que ella no pesaba que yo fuera mala persona, pero sí tenía claro que yo no era el tipo de persona que ella quería tener a su lado.
El simple hecho de no entender por uno mismo la importancia que tienen algunas coas para otros, o el simple hecho de no darle la misma importancia a alguna cosas, nos hace inválidos para algunas relaciones. No es ya ni siquiera una cuestión objetiva sobre qué es bueno o malo (porque eso es subjetivo), sino la imagen que eso refleja de nosotros. En aquel momento yo fui cobarde porque para mí esa niña no era tan importante como lo era para Don Quijota y eso, me guste o no, es una realidad.
Y que a día de hoy yo pueda seguir pensado que quizá podría volver a no hacer nada en otra situación similar vuelve a reflejar que desgraciadamente yo no le doy la misma importancia que Don Quijota a cosas que para ella sí lo son. Y eso, a sus ojos, vuelve a convertirme en un cobarde y es algo que tengo que aceptar porque es una realidad.
Pero lo importante es que ahora lo entiendo. Ahora entiendo perfectamente que para Don Quijota eso fuera inaceptable. Por mucho que yo intentase explicarle entonces los motivos por los que no hice nada en aquel momento (ni porque pudiera ser peligroso, ni porque el ambiente de ese centro fuera hostil, ni porque puede que el guarda hubiese pasado de mí…), ahora sé que todo eso no importaba, porque intentar evitar lo que le estaba sucediendo a esa niña en aquel momento era obligatorio para ella. Y no hacer nada era ser cómplice del hecho.
Mi mejor recuerdo para Don Quijota.
Algún día contaré más anécdotas de sus batallas constantes. De su lucha contra las presiones religiosas, contra los funcionarios poco diligentes, contra los sexismos, contra los comportamientos poco cívicos…. Algunos combates me admiraba como los resolvía y otros muchos me parecían una exageración que no merecían haberles dedicado tiempo y fricciones con otras personas, pero Don Quijota siempre tenía energía para luchar contra todo lo que se saliera de su idea de justicia. Admirable capacidad, pero muy difícil de compaginar con alguien que no va al compás. Al final, para bien o para mal, fui yo el excluido por cobardía y no ella por luchadora agotadora.
Como ejemplo contaré de forma muy resumida la anécdota del médico de cabecera que no quería hacerle un análisis.
Don Quijota se encontraba mal. Y a pesar de que según el médico y según los últimos análisis, no le pasaba nada, ella no estaba convencida y quería que el médico le repitiese los análisis. Tras discutir un poco con el médico en la consulta este le dijo “si no le gusta mi servicio, en el mostrador de administración de fuera puede usted pedir el formulario de cambio de médico…”. Don Quijota, lo pensó un momento y le respondió “eso es lo que usted querría, que yo me cambiase de médico para librarse de mi y que yo ya no le diese más problemas. Pero eso no va a suceder. Usted va realizar su trabajo y me a solicitar de nuevo los análisis y las pruebas necesarias para averiguar porqué yo no me encuentro bien. Y si no lo hace, lo que voy a hacer es pedir en el mostrador de fuera la hoja de quejas y voy a poner una queja formal contra usted…”. Así era ella y así espero que siga siendo, aunque algunos no la entiendan y aunque algunos no seamos compatibles.
Dedicado a K.
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