Me contaba hace unos días una amiga, que se había ido a dar una vuelta el domingo por la mañana a uno de esos mecardillos, tenderetes o baratillos de su barrio.
Como es habitual había genero diverso: frutas, verduras y hortalizas; libros; perfumes, jabones y ambientadores; CDs y material electrónico y, como siempre, ropa; mucha ropa.
De entre toda la ropa que fue viendo, se alegró al llegar a un puesto donde tenían los mismos pantalones y vestidos que había visto unos días antes en una tienda: berska, mango o la que fuere. Al lado del puesto, sin ningún reparo, estaba una de las dependientas voceando – ¡Auténticas faldas y pantalones de berska! ¡Ttodo auténtico! ¡Precio de ganga!… –
Mi amiga, como es natural, se puso a rebuscar su talla (para aprovechar la oportunidad) mientras comprobaba que las etiquetas parecían originales y que los precios eran la mitad: de 24 euros en la tienda a 12 allí y de 12 en la tienda a 6 allí.
Pero la mayor de las sorpresas se la encontró mi querida amiga cuando empezó a comprobar que muchas de las prendas todavía tenían puestas las alarmas de seguridad de la tienda…
Evidentemente las prendas volaron del puestecillo como los papeles con el viento. Ella, que es muy honrada, decidió no llevarse nada. Se ve que todavía no sabe que esos mercadillos están completamente regulados y que, si las prendas tienen todavía la alarma puesta será porque al comprar los tenderos así, en grandes cantidades para vender en mercadillos, a veces se da algún error y algunas de las cajas no se revisan, porque allí cosas robadas no hay… digo yo ¿no?.
¿Comprobó si al salir de la zona del mercadillo había arcos de seguridad? A lo mejor los muchachos se han modernizado. Mira que ahora tenemos hasta tranvía…
jejeje, a mi me encantan los mercadillos, nunca sabes lo que te puedes encontrar en los montones de ropa jejeje. Reconozco que lo de la seguridad echa para atrás, pero sino…ni conciencia ni nada! me llevaría todo el puesto!!! jajajaja