Esquivando las nubes

El domingo 18 de abril no se preveía mucha lluvia y decidí acercarme en moto al club donde voy a nadar.

Sobre la una, mientras estaba en el agua, con el gorro y los tapones puestos, se escuchó un trueno que no dejó indiferente a nadie.

Al cabo de pocos minutos el agua sonaba con fuerza sobre la cubierta de invierno de la piscina y en pocos minutos más empezaron a calarse algunas gotas por las juntas.

Duró poco, después de un cuarto de hora dejó de llover.

Entre largo y largo yo ya había comenzado a plantearme como iba a hacer la vuelta a casa, teniendo sólo impermeable para el cuerpo.

Tenía claro que lo más lógico era volverme sin cambiarme, con el bañador y las chanclas, y pasando en la moto de la lluvia. Aunque lo de las chanclas de piscina en la moto (no son ni sandalias) no me convencía mucho.

Seguí nadando y cayeron varios chaparrones más, todos de igual fuerza y separados por unos quince-veinte minutos de calma total.

Salí del agua y, mientras me secaba (que ironía) y seguía dándole vueltas al asunto, cayó otro chaparrón.

Al final, aunque lo del bañador me atraía bastante, decidí volverme vestido, concienciado de mojarme.

Salí del vestuario y cuando iba hacía la moto empezó a llover de nuevo. Me cobijé en un porche cercano a la moto y mientras esperaba los 10 minutos de rigor empecé a fijarme en las nubes.

No era la lluvia de otros días, todo cubierto. Esta vez eran auténticos chaparrones de tormenta localizada. Se veía perfectamente como la nube que estaba dejando el agua en ese momento estaba pasando por encima mía y como después venía un claro con otras manchas negras a los lados. Con un poco de suerte no me mojaría y lo más que se perdía por probar era poner la ropa a secar.

Dejó de llover y empecé el camino a casa pensando en el recorrido más corto y que siguiera al claro de nubes. Por desgracia, a los quinientos metros, un atasco y un policía me tuvieron parados cinco minutos. Tiempo suficiente para que mi camino previsto se viera amenazado a lo lejos por una nube negra.

Cambié de dirección y tomé una ruta alternativa por donde veía que todavía estaba claro. La idea era volver a casa sin desviarme mucho pero siempre buscando ir hacia los claros.

Creo que, además de los seis-siete kilómetros normales, hice uno extra esquivando nubes, pero puedo asegurar que realmente fue eso: esquivar nubes.

Desde la moto veía perfectamente en el cielo como las nubes negras se iban moviendo con el viento y como podía esquivarlas desviándome cien metros arriba, cien metros abajo.

De hecho a trescientos metros de casa, en la recta final, me pareció ver que allí estaba lloviendo y pensé en llamar para preguntar si allí llovía y decidir si me esperaba un poco a seguir avanzando.

Decidí arriesgarme, estaba completamente seco y a punto de llegar, había que darle emoción al final.

Entré en el garaje sin una gota. Cuando aparqué y subí a casa (menos de tres minutos desde que yo había entrado) tronó de nuevo y diluvió en mi calle… pero yo ya estaba en casa, mirando tranquilo desde la ventana las nubes que había esquivado.

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